La vida de un educador social en 2050
¿Cómo será ser educador/a social en el 2050?
Sí, faltan unos cuantos años. Pero como buena persona dramática y previsora , me puse a imaginar cómo sería el futuro de esta profesión que amo/odio/abrazo con todo el corazón.
Olvídate de oficinas grises o de rellenar informes en Word. En 2050, los educadores sociales vamos a trabajar desde cualquier parte: un parque, una nave espacial low cost o nuestro sofá inteligente con respaldo emocional. Usaremos gafas de realidad aumentada para intervenir en tiempo real en comunidades virtuales y presenciales, porque los problemas de la gente seguirán siendo reales, aunque se escondan detrás de avatares.
¿Que hay un chaval con crisis de identidad digital? Boom, ahí estaremos con nuestro kit de herramientas psicoemocionales 6.0.
Vale, sí, va a haber inteligencia artificial por todos lados. Apps que detectan niveles de estrés en adolescentes con solo escuchar sus audios de WhatsApp (o lo que exista para entonces). Pero spoiler: ningún algoritmo va a sustituir el poder de una conversación real, de un “¿cómo estás de verdad?” o de esa capacidad mística que tenemos los educadores para detectar que algo no va bien con solo una mirada.
Seguiremos siendo humanos en un mundo tecnificado, como esos personajes que todavía escriben a mano en películas de ciencia ficción.
🚀 Los retos: más complejos, más globales, más intensos
Las brechas sociales van a ser otras (o las mismas con disfraz nuevo): desigualdad digital, salud mental en realidades híbridas, personas migrantes interplanetarias (o al menos de continentes donde los recursos se hayan ido a pique por el clima). Así que sí, nuestro trabajo será más complejo, pero también más necesario que nunca.
Porque si algo no cambia es esto: siempre habrá alguien que necesite que lo escuchen, lo acompañen, o simplemente que le enseñen a sobrevivir en un mundo que no siempre es amable.
💬 Conclusión (antes de que me dé la crisis existencial del lunes)
Ser educador/a social en 2050 será como ser un Jedi emocional, con herramientas tecnológicas, corazón gigante y la capacidad de adaptarse a lo que venga. El futuro da miedo, sí. Pero también está lleno de posibilidades. Y nosotros, los del desastre emocional organizado, estaremos ahí para acompañar a la gente a reconstruirse… versión 2050.
Así que nada, si llegamos a esa década sin explotar como sociedad.
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